“Los muertos no pueden hablarnos. Pero eso era mentira. […] estaba muerto… y aún así seguía contándole todas las verdades que necesitaba saber”.
Portada Morir no es tan fácil Belinda Bauer |
Patrick es un chico con
Asperger que tras la muerte de su padre intenta entender qué nos pasa cuando morimos,
y cree que a través de la disección de cadáveres puede encontrar las respuestas
que busca. Por ello, se apunta a un curso de anatomía en la Facultad de
Medicina. El cadáver que les asignan es Número 19, un hombre de mediana edad
que supuestamente murió de un infarto. Sin embargo, Patrick empieza a sospechar
que Número 19 fue asesinado.
La novela cuenta con dos protagonistas, dos
voces narrativas que se van alternando para contar su historia.
Patrick es el protagonista. Un joven con síndrome de Asperger que te hace ver la vida
con otros ojos. Se obsesiona con el tema de la muerte tras morir su padre
atropellado, y no para de investigar hasta que consigue las respuestas que
necesita. Es obsesivo, constante, muy metódico y no se da por vencido, lo que
le lleva a investigar hasta el final. Es una persona seria y tremendamente
sincera. Su arco de transformación es innegable y admirable. Nos hace sentirnos
orgullosos a los lectores de sus propios progresos. Comienza siendo una persona
de ideas fijas y muy cerrada en sí misma y sobre todo no soporta el contacto
físico. Tiene problemas para entender las emociones, la ironía y el humor.
Según va avanzando la historia va descubriendo, asimilando y relacionando las
emociones de los demás. Podría decirse que su paso por la universidad no solo
supone una ruptura con su vida cotidiana, sino que supone un cambio para su
ser, una evolución hacia la comprensión de los demás. Es asombrosa la sencillez
y maestría con las que Belinda nos pone en la piel de Patrick, empatizando con
el personaje, entendiendo su lógica, sus razones y sus actos.
Samuel Galen es
un padre de familia que por culpa de un accidente de coche queda en coma. En el
hospital, a pesar de que no se pueda mover, va a ser testigo de un crimen
contra el cual no puede alzar la voz, solo hacerse entender a través de los
parpadeos de sus ojos.
Es abrumadora la
capacidad de Belinda Bauer para
meternos en la piel de una persona que padece el síndrome de Asperger y otra que está en coma. Resulta fascinante
y a la vez inquietante las sensaciones que se viven al vernos inmersos y
empatizando con esas dos personas. Además, las tramas de todos los personajes
se van uniendo de una forma excelente y coherente, aportándole gran naturalidad
a los hechos. Nada queda pendiente, todo está debidamente ligado y justificado.
En mi opinión, gracias
a la estructura del libro en cuatro partes, que coinciden con los giros de los
acontecimientos, la novela logra un gran dinamismo y crear gran expectación en
los lectores. Es más, el desenlace de la historia no impide que haya un nuevo
giro de los acontecimientos, un nuevo clímax para acabar con un final tan
inesperado como genial. Asimismo, el lenguaje que emplea Belinda pasa de la
simpleza a los tecnicismos propios de la medicina, y de la jerga juvenil a la
ironía con gran acierto, dotando así a cada personaje de grandes personalidades
y peculiaridades que los hacen únicos.